LAZOS AL CORAZÓN / Ángel R. Andrade

- Dicen que hay una guerra entre el hombre y la mujer…- Exist for love de AURORA.

Aguarda pesar que la necesidad es prioritaria ante nuestro gozo. Calla para mí o reza en la celda.  Cuando llego a la institución me noto algo nerviosa y tensa, pero al ver que el párroco me recibe muy bien, se me pasa. Entro en el aula y me presento delante de todos mis nuevos alumnos. El preso delirio se muestra ante la absenta como refugio al laberinto de mis sueños.

El fulgor canónico enciende piel, resbala sobre mis labios y de un momento para otro la sangre gotea sobre mi pecho, el color escarlata es muy intenso, corro para llegar al refugio más cercano, entro a la Iglesia, me pongo de rodillas delante de aquella imagen omnipotente y comienzo a rogarle con lágrimas en los ojos; alguien entra y de pronto estoy en el piso, sumergida en mi sangre, sumergida en mi dolor.

 Despierto en mi cama, observando la blancura de la pared y aquel foco que cuelga como luna menguante a lo lejos, le sonrío como toda una colegiala y me levanto para seguir la rutina diaria. Trenzo mi cabello mientras me miro en el espejo, tomo un bello listón color amarillo canario y lo amarro al final de mi trenza, haciéndole un nudo muy hermoso. Me coloco una blusa azul claro, de un color como el cielo por la mañana, y una hermosa falda verde aterciopelada, todo combina a la perfección, bajo los escalones, me cocino el desayuno, me lo como y salgo apresurada hacia el nuevo instituto en el que trabajo. La espera es notoria, los granates destellan anunciando la venida de una marea silenciosa. Me encuentro absorta, me encuentro despavorida, sumergiendo mi voz en la composta mañanera de don Julián. El párroco aún no llega, pero ya presiento sus manos recorrer por mi muda cadera, me persigno y entonces alego al primer saludo:

-Buenos días madre Carlota, sus mejillas lucen radiantes, el señor nos ha bendecido con su bella sonrisa y su inigualable bondad.

- Buenos días querida hija, ¿por qué has llegado tan pronto al instituto?

- Me siento muy apenada de comentarlo madre Carlota, pero confiando a su buena voluntad se lo diré: He venido a rezar por el padre Manuel, ayer en la sacristía me ha confesado que su pesar ha aumentado gracias a la impunidad que se tiene por la fe. Ya nadie toma a nuestro señor como su salvador.

- Es cierto, hija mía, ya nadie ve nuestro templo como su hogar.

- Así es madre Carlota y aprovechando la hora también he venido a hablar con el párroco, se de buena fuente que se ha abierto la vacante que la madre Dionisia ha dejado tras su inesperada enfermedad ventricular.

- Sí hija mía, ha sido tan extraño como de un día para otro ha caído en cama y puedes creer que la desgracia continuó cuando nos enteramos que el vientre le creció.

- Ay cielo santo, que mi señora del Carmen me la proteja.

Las campanas regocijan y los minutos se van, aquellas entidades que habitan sobre mi cuerpo, se acarician unas a otras. Chocando en manerales de agua impura, el desgaste de temor y vitalidad arropan mi incertidumbre; abren paso a mi melancolía y sellan mi perpetua compostura.

 -Buenos días queridas hermanas, he venido porque Ángelo me hay dicho que desea platicar con alguna de las dos.

-Soy yo mi señor, he venido con algunas inquietudes que si no le molesta a la madre Carlota me gustaría atender en privado.

-Por supuesto hija mía, que no se diga más. Con permiso madre Carlota.

- No se apuren, igual tengo que atender a Petrita.

La convicción es absuelta, el feroz viento nos oprime, las gotas del alma divagan para encontrase unas a otras en obeliscos de paz y armonía. Mi voz ya no me pertenece, el tiempo tampoco. Las ventanas oscurecen ante tallos purpuras, el alba es infinita, las manos apremian al calor de la imagen y de mi pecho brota aquel recuerdo que se nubla cuando el padre Manuel entra a la sala y mi cuerpo desnudo ya no me pertenece.


 

 

 

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